LA MUTACIÓN CÍCLICA DEL PAISAJE: EL CROMATISMO CAMBIANTE COMO SUPERACIÓN DE LO UNIFORME (2)



LA MUTACIÓN CÍCLICA DEL PAISAJE: EL CROMATISMO CAMBIANTE COMO SUPERACIÓN DE LO UNIFORME (2)











Verde arrozal de Julio, Temple vinílico sobre tabla,  80 x 40 cm








Agosto. Verde luz del sol poniente. Acrílico sobre tabla. 100 x 50 cm.








Septiembre. Pausa dorada. Acrílico sobre tabla. 80 x 40 cm











Noviembre, Rastrojos y agua, Acrílico sobre tabla, 80 x 40 cm











EL ARROZAL QUE RESPIRA: LA MUTACIÓN CÍCLICA

LA MUTACIÓN CÍCLICA DEL PAISAJE: EL CROMATISMO CAMBIANTE COMO SUPERACIÓN DE LO UNIFORME.
El tiempo no es un campo que se mida por codos;
no es un mar que se mida por millas;
es el latido de un corazón.
Nikos Kazantzakis






El arrozal respira. Manchas, ritmos y texturas pretenden captar el marcado ritmo cíclico del
cultivo que mide el paso de las estaciones. Desde que se produce la siembra al final del invierno y la tierra espera durante algunas semanas el brote tierno de la plántula de arroz, hasta que, a principios del otoño, se procede a las labores de recolección y eliminación de los restos de paja, el arrozal nos muestra un paisaje que muta lenta pero constantemente.


La medida del tiempo I, II, III, y IV, Temple vinílico sobre tabla, 4 módulos de 40 x 40 cm.



EL ARROZAL QUE RESPIRA: HORIZONTE


EL HORIZONTE COMO LÍMITE ENTRE LO VISIBLE Y LO INVISIBLE, ENTRE LA NATURALEZA Y EL HOMBRE

Se palpa en las marismas la tensión entre la proximidad y la lejanía, entre la inmersión sensorial y la observación distante; la vista se pierde en la búsqueda de un límite inalcanzable. Esa experiencia promueve resonancias simbólicas. Escrutar el horizonte, tenerlo como punto de mira es asumir el reto de la infinitud, reto de lo que se presenta infinito, como infinito irrepresentable (Prete, A., 2010, p. 67). Ese límite entre lo visible y lo invisible, entre lo alcanzable y lo inalcanzable que evoca la presencia constante de la línea de horizonte tiene la capacidad de suscitar innumerables metáforas.

Los lenguajes artísticos surgen con frecuencia de la memoria de lo lejano, en el espacio o en el tiempo. La lejanía nos muestra la amenaza de desaparición y comenzamos a asumir el sentido romántico de la pequeñez humana frente a la Naturaleza a pesar de que estemos ante una naturaleza marcadamente antrópica.

 








Cristales rotos, Temple de huevo sobre papel, 40 x 15 cm.







Cuando brota el arroz, Temple de huevo sobre papel, 40 x 15 cm.







Rastros. Caída de la tarde en Julio. Temple de huevo sobre papel, 40 x 15 cm







El encuentro con el horizonte. Caída de la tarde, Temple de huevo sobre papel. 40 x 15 cm.







Cuando el arrozal respira, Temple de huevo sobre papel, 40 x 15 cm.








Otoño en el Horizonte, Temple de huevo sobre papel, 40 x 15 cm.

ANOTACIONES SOBRE EL OLIVAR

El olivar andaluz, es una muestra excepcional de adaptación ecológica, tiene un papel histórico fundamental en la economía y la sociedad de esta región y una importancia secular como paisaje fundante de Andalucía.

El cultivo del olivo ha estado presente en todas las civilizaciones mediterráneas. Hasta donde sabemos, su aparición data de hace unos cinco milenios (Zohary y Hopf, 1994) fruto de la domesticación de su variedad silvestre. La ecología ha subrayado la función del zorzal común en la dispersión a distancia de las semillas del acebuche por todo el Mediterráneo (González Bernáldez, 1992). 



Acebuchal silvestre:

Dehesas de acebuches:

El acebuchal, adehesado e instalado en colinas que ceden generosas el agua a charcas y lagunas cercanas, acoge no sólo a vacunos sino también a cigueñas, garcillas, garzas y patos en la puerta sevillana de Doñana (Dehesa de Abajo, en Puebla del Río) y se hermana con el lentisco para dar cobijo al conejo o con el palmito para ofrecer en sus proximidades el alegre correteo de la perdiz roja española (Dehesas del Pilón y la Zorrilla, en Espera)

Acebuches en herrizas:

“Refugios de la hermosura, herrizas, únicos lugares donde la Naturaleza hace de las suyas bellísimas. Da gloria, tras tanto arado, tras tanto olivo compuesto, tras tanto surco ordenado, tras tanto habar sin libertad, este puro reino de la libertad y la hermosura que son las herrizas. Gracias a que Dios puso piedras sobre las lomas y a las piedras solo El las labra a fuerza de poder y florecen de hermosura. ¡Oh carrascas!, ¡Oh acebuches!, ¡Oh coscojas!, ¡Oh torvisco!, romerales, tomillos y lentiscos. ¡Oh toda mata áspera! ¡Oh silvestre libertad!  (Muñoz Rojas, 1953, ed. 2006: 156)

Acebuches serranos:

Olivar disperso de montaña:

Caserías de olivar:

Todavía en medio de los ordenados olivares de hoy, sobresalen a veces restos de olivos viejos de casta distinta, lechines, manzanillos, injertos algunos en acebuches por las cercanías de montes y cañadas, rebajados otros, hijos de mala madre, sin orden en su conjunto, tan libres, altivos y desgreñado, tan pródigos y llenos de poesía, bailadores eternos en el campo, de un verde jugoso, con cuerpo y sombra de árboles con acogimiento a su pie para caminantes, con menos aceitunas y más leyenda que estas diligentes filas de hojiblancos que no se acaban y a quienes no detienen más que las peñas en la herrizas y los limos de los ríos donde llegan a correr. Eran aquellos olivos de molino de viga, con largos husillos de ciprés o nogal, manejados por poco más que maestro y cagarranche que duraban lo que Dios quería, porque no eran tiempos de prisa, como acomoda a los olivos que maldito el caso que hacen del tiempo (Muñoz Rojas, 1953 (2006): 167-168)

Olivar en ruedo:

Es la cercanía, la vecindad, la que explica la mezcla domesticada y promiscua de los ruedos mediterráneos, en los que portal-enramada-pozo-parra-alberca-huerta-olivo-frutal-viña constituyen un todo, que suma herencias y testamentos y sabe tanto de riñas y disputas como de juergas y disfrutes. Estos paisajes híbridos y armoniosos de muchos ruedos, por los que siempre se pasa con prisas, merecen  un tiempo más lento que permita admirarlos y disfrutar con ellos (Ojeda, J.F., 2002)


Olivar tradicional andaluz, integrado con otros cultivos y áreas asilvestradas:



Olivares extensivos y monocultivados:


Olivar en espaldera:
Paisajes de la geometría, que evidencian con descaro el control del hombre sobre la tierra. Un mundo lineal y dominado, de orden y repetición, retícula de ojos verdes con sabor amargo.



Olivar ecológico:

Pero en el olivar también hay vida que amanece: Brilla la lumbre de las candelas; huele a ramón quemado; se oyen voces, afanes y trabajos buscando una buena cosecha; mucho trabajo que delata el humo. Al fondo, el sonido de un tractor ¡cuidado con la modernidad, indolente y metonímica! (Delgado Bujalance, en Cazorla, 11 de marzo de 2011 a las 07,30 horas)




A mi amigo Juan Ojeda con el que comparto el interés por el Paisaje.




ITINERARIOS: VERANO EN LOS CAMPOS DE PRIEGO



He sido varios años profesora de Paisaje en los cursos de verano de Priego de Córdoba. Esa experiencia me permitió guardar en la memoria, y posteriormente trasladar a la pintura el color y la luz de sus paisajes. 






PAISAJES DEL TRIGO

Despachar la experiencia campesina como algo que pertenece al pasado 
  y es irrelevante para la vida moderna;(...) es negar el valor de demasiada
 historia y de demasiadas vidas."                                 (John Berger. 2006)


La espectacularidad de un cultivo como el trigo enmascara la importancia de elementos esenciales: la tierra, el agua, el aire dibujan los paisajes sin que apenas lo apreciemos, modulan los colores, provocan cambios en los ritmos y texturas, nos regalan bellos enigmas para el disfrute de los sentidos y deja espacio para la metáfora.